Fundamentos de la Ley 12238

 

 

            Desde hace aproximadamente 1.000 años antes de nuestra era, en que un emperador chino construyera un “parque de la sabiduría” donde albergaba a un sinnúmero de especies animales comenzó la historia de los zoológicos en el mundo.

            Actualmente existen más de mil zoos que están organizados en asociaciones a nivel nacional en muchos países y a nivel regional en continentes y subcontinentes.

            En nuestro país existen varios zoológicos desde fines del siglo XIX y principios del actual. El de Buenos Aires fundado en 1888, el de Mendoza en 1903 y el de La Plata en 1907.

            Concebidos originariamente como lugares de exhibición de animales, en alguno de ellos se realizaron trabajos científicos y descripciones de colecciones pero pocos antecedentes se encuentran de planes de trabajo conjunto o de una direccionalidad común a todas las instituciones.

            La realidad actual nos lleva a pensar en modificar la concepción de los zoológicos como lugares de exhibición a centros donde los animales cautivos, vivienda en condiciones lo más parecidas posibles a como lo harían en libertad, puedan cumplir con ciertos objetivos fundamentales:

-                                 Promover la conciencia pública y política de la necesidad de conservar la sustentabilidad de los recursos naturales y la creación de un nuevo equilibrio entre los seres humanos y la naturaleza.

-                                 Conservar poblaciones de especies en peligro: si es inevitable que algunas especies amenazadas se extingan en estado salvaje, al menos de esta manera no las habremos perdido para siempre, colaborando en la medida de lo posible a incrementar el conocimiento científico que beneficiará a la conservación de las mismas.

            Los barrotes y los malos olores deben ser sustituidos por instalaciones modernas y adecuadas, y los caprichos de coleccionistas de joyas vivas por serios programas de conservación. Los animales no deben chillar asustados ni dar vueltas en círculos carcomidos por el aburrimiento y el stress. El cautiverio no debe ser una tortura.

            Debe servir para fines más altruistas como la conservación y protección de especies que el mismo hombre ha puesto en peligro al alterar los ecosistemas.

            Es por todo lo expuesto que solicito a los señores senadores me acompañen con su voto.