Fundamentos de la Ley 13747

 

 

 

El presente proyecto tiene un doble objetivo, sin que ninguno de los dos se subordinen entre sí. Partimos de rescatar la importancia que han tenido históricamente los clubes barriales y sociedades de fomento en la construcción de la ciudadanía. Al finalizar el siglo XIX y en el transcurso del siglo XX, hemos recibido importantes corrientes migratorias, que en sus comienzos y hasta la primera década del siglo XX en que se sancionó la Ley Saenz Peña de voto universal, estos inmigrantes no gozaban de la ciudadanía, por lo tanto en los lugares en que se establecían formaban clubes y asociaciones de socorros mutuos signadas por las nacionalidades y que se convertían en los lugares por excelencia del ejercicio ciudadano y de práctica social comunitaria. Esos viejos clubes cumplían las funciones de recreación, asistencia social y previsión. Se ocupaban de los eventos importantes de la comunidad transterrada. Sin embargo, al mismo tiempo que reproducían y conservaban las prácticas culturales de los pueblos de origen, se iban convirtiendo en escenario de ejercicio democrático que más adelante ejercerían, e iban construyendo una cultura típica y particular que nos definiría como sociedad. Para entender este proceso es necesario de tomar el concepto de cultura de Bonfil Batalla, mediante el cual podemos entender cómo se va conformando la cultura que va a ser hegemónica en interacción permanente con la cultura no hegemónica, dando lugar a un proceso nuevo y con sentido propio que toma elementos de ambas prácticas culturales sintetizando la típica identidad cultural nacional que nos caracteriza.

Al amparo del proceso descrito en el párrafo anterior es que floreció el asociacionismo y creció el hábito de fundar clubes. Argentina no hubiera sido lo que es y los clubes no hubieran cumplido su papel socializador y de pertenencia sí conjuntamente con la inmigración y la fundación de clubes no hubiese estado en curso el proceso de educación pública.

A fines de siglo XIX y comienzos del siglo XX había una “manía” de fundar clubes que no se restringió a la clase dominante. Otras gentes, con otros orígenes, otra situación económica, otra posición social y otra vinculación con el ocio se sumaron a la corriente. Estas personas llegaron a nuestro país en el marco de un movimiento migratorio importante, actuaron como mano de obra para hacer exitoso el modelo de país modelado por la oligarquía agroexportadora. Con posibilidades de desarrollo económico y sin derechos políticos, los nuevos habitantes procuraron asentarse y, con el tiempo afianzaron sus lazos de unión con el nuevo lugar a través de la creación de instituciones propias.

            Estos hechos se desarrollaron mediatizados por  determinaciones políticas que sentaron las bases de la educación popular durante el primer gobierno de Roca (década del 80 del siglo XIX). La realización del Congreso Pedagógico (1882) y la sanción de la Ley de Educación (1884) dieron lugar a la integración de los inmigrantes y sus hijos. De tal manera que inmigración, educación popular y asociacionismo y participación se combinan en la segunda década del siglo XX para desplazar al gobierno de la oligarquía. Este proceso de participación permitió que los clubes se desarrollaran, adquirieran identidad propia y fortalecieran la organización de la sociedad civil, ya que muchos clubes fundados por los sectores populares lograron sobrevivir, organizarse, darse estatutos, fijarse pautas, e integrar a la barriada en sus actividades y objetivos. Más allá de la voluntad asociativa y del deseo de construcción colectiva, la educación popular y la negación de derechos políticos fueron el motor del asociacionismo en nuestro país.

Estos clubes y asociaciones se caracterizaban por difundir valores y roles que aún hoy siguen intactos a nivel del barrio y de su club, valores tales como los de la “solidaridad”, la “integración”, la “participación” y la “vida democrática. Los clubes y las sociedades de fomento fueron reservorio de esos valores tan caros a nuestra sociedad, los preservaron de la dictadura militar y los desarrollaron plenamente en la última crisis económica y social cuyo corolario fue el famoso diciembre del 2001.

A lo largo de los años, los diferentes gobiernos advirtieron esa reunión de principios y valores en torno a los clubes sociales y se establecieron medidas tendientes a su fomento, pasando por la tolerancia a su existencia hasta el impulso de sus actividades. Subsidios, exenciones fiscales, cesión de tierras que merced al esfuerzo de sus socios produjo como corolario bellísimas instalaciones. A su vez, los clubes fueron escuelas de la democracia a punto tal que su vida interna era mucho más transparente y ejemplar que la vida del poder público. Aún en las más oscuras y terribles dictaduras, en los clubes se continuo votando y eligiendo democráticamente a las autoridades.

Estas instituciones no poseen finalidad lucrativa, ya que sus estatutos consagran que la única finalidad de los mismos es el bien común y constituyeron y constituyen gran parte del acervo social y cultural del pueblo impidiendo hasta el presente que el mercado pudiera modificar sus fines sociales y comunitarios.

Esos clubes fueron los dinamizadores de los bienes culturales y fue también alrededor de ellos que se construyeron las identidades barriales. Fueron los grandes contenedores frente a las crisis, fueron vehículo de la justicia social y por lo tanto son parte de la historia de la Provincia. No había pueblo que se fundara que no tuviera su club social y deportivo o su sociedad de fomento. Hoy producto de la situación social, de los cambios en la forma de socialización se encuentran en crisis, muchas terminales.

Alrededor de los clubes hay historias de familias, de relaciones, de luchas y fracasos, historias que circulan y están  aun presentes en imágenes y relatos de los viejos socios de esos clubes. Se trata de sociedades de fomento, clubes y bibliotecas populares de 50 años y más, lugares que pueden desaparecer, pues cuesta sostenerlos. Si esas instituciones desaparecen, con ellas lo hacen también esas historias, que pueden perderse justamente cuando es en este presente en que hacen falta espacios públicos para los jóvenes; un presente que hace inmensamente necesario fomentar lugares desde donde participar y expresarse y desde donde reconstruir la historia para afianzar un proyecto de futuro.

Por eso este proyecto de ley promueve la revalorización de las instituciones y  la inclusión de los jóvenes y adultos mayores, promueve la practica ciudadana de los mismos en las organizaciones de la comunidad tales como las “sociedades de fomento” y “clubes de barrios” de la provincia de Buenos Aires, que se encuentran desactivadas, o en crisis y próximas a desaparecer debido a situaciones multicausales. Nuestros objetivos son promover  el fortalecimiento de las instituciones barriales históricas , que forman parte de la memoria colectiva de la construcción de una comunidad; promover la recuperación y el uso social del espacio público, apoyando el surgimiento y la consolidación de los circuitos juveniles barriales (centros culturales, bandas musicales, murgas, equipos deportivos etc.); profundizar la descentralización de la oferta de políticas de acción barrial y el acceso a los bienes y servicios culturales y sociales; acompañar el surgimiento de nuevos emprendimientos sociales sustentables, ligando cultura y trabajo; identificar las características patrimoniales físicas del barrio y de la diversidad de su población, promover el interés de los jóvenes en la promoción, participación y el sostén de los núcleos barriales de participación popular; reconocer las dinámicas culturales e identitarias que se viven al interior del barrio buscando generar o potenciar las redes sociales adecuadas para fortalecer procesos barriales; fortalecer la inclusión sociocultural y la identidad de los pobladores de los barrios; impulsar y divulgar las manifestaciones de la cultura barrial y urbana.

Pensamos un programa  que de lugar a un proceso participativo, por medio de  asambleas, talleres etc, entendidas como herramientas de acuerdo y organización para “sacar adelante el club”. Este proceso de recuperación de la memoria y de la historia barrial será llevado adelante por grupos de jóvenes que no poseen un espacio de pertenencia y participación donde desarrollar sus potencialidades, desarrollando una interacción continua con los adultos que han fundado el barrio y el club, juntos rescataran las historias personales y comunitarias que han sido fundantes de ese lugar y recrearán actividades artísticas, deportivas y culturales basados en este eje de intercambio.

A los efectos de que el espacio geográfico abordado se convierta en epicentro de diversas actividades surgidas desde los intereses no solo de los jóvenes, si no también de la comunidad barrial articuladas con las políticas públicas prevemos la apertura de "núcleos barriales de participación popular". El corolario de la implementación del programa dará lugar a la sistematización artística” de todo el proceso en una obra artística o histórica que de cuenta de la conformación de la identidad barrial.

El nombre de éste programa surgió como metáfora espontánea al pensar y al diseñar un programa social que rescate a los viejos clubes y organizaciones de barrio, que hoy están en serias dificultades de sostenerse y para eso contamos con el permiso de uso del nombre por parte de los autores legítimos de la película “Luna de Avellaneda”, que muestra maravillosamente, desde la mirada artística, la historia de este problema.

Por los motivos expuestos y con la firme propuesta de seguir trabajando por la justicia social, por la inclusión de los sectores postergados, por la recuperación de la memoria y de la historia como herramienta de cambio social es que solicito a mis pares la aprobación del presente proyecto de ley.