FUNDAMENTOS DE LA

LEY 13383

 

El sangriento bombardeo sobre la Plaza de Mayo del 16 de junio de 1955 fue la antesala del golpe militar que tres meses después iba a acabar con el gobierno del general Perón. Un gobierno que, entre 1946 y 1955, habiendo asumido la conducción de un país empobrecido, injusto y dependiente les dio a los argentinos su década más feliz.

La oligarquía nacional ambicionaba su regreso al poder, el reestablecimiento del régimen anterior y la anulación del proceso revolucionario iniciado en 1943. Todas las acciones reivindicativas y superadoras que intentaban reparar la injusticia social, eran boicoteadas sistemáticamente. Fueron principalmente los dueños de la economía quienes planificaron la contraofensiva frente al cambio de las reglas de juego instaladas por el gobierno popular.

La llegada de Perón y la clase trabajadora al gobierno fue un duro golpe para el “establishment”. La gesta nacional peronista, puso a la defensiva al poder económico que de inmediato comenzó con la tarea de minar el proyecto que suscitó la adhesión del pueblo trabajador.

La intentona militar del 28 de septiembre de 1951 fue el comienzo. Las bombas en la estación del subterráneo de Plaza de Mayo en abril de 1953 mostraron la aparición en escena de los “comandos civiles”, nefasta expresión de grupos funcionales a los designios antipopulares.

No es descabellado sostener que el ataque se aceleró porque el gobierno del general Perón había remontado la crisis económica de los años 1951 y 1952 y además estaba modificando su estrategia para revitalizar el proyecto nacional. En aquel momento la Argentina no tenía deuda externa y emprendía el camino de la independencia con acciones tendientes a solucionar el problema energético, el gran déficit para una Nación que pretendía superar los límites de la producción primaria.

            El odio incubado estalló en el destemplado mediodía del 16 de junio de 1955. El brutal ataque aéreo incluyó metralla y bombardeo, sobre la población civil en la Plaza de Mayo. Aviones de la marina de guerra nacional dejaron caer sin aviso sobre el pueblo desprevenido, nueve toneladas y media de explosivos. El pretexto era matar a Perón, a quien suponían en Casa de Gobierno.

Cientos de cadáveres quedaron sembrados en la Plaza histórica y sus adyacencias. Trescientos ochenta muertos, entre ellos cuarenta niños de guardapolvo. Habían llegado desde el interior del país. En la estación Retiro treparon, en alborozo de cánticos y risas, a un trole. Los habían premiado y ese mediodía los recibiría el general Perón. Pasaron del bullicio a la noche. Volaron en mil pedazos al impacto certero de las bombas arrojadas por nuestros propios aviones. Este fusilamiento múltiple, bárbaro, anónimo fue el antecesor de los que se realizarían poco más tarde, en junio de 1956.

Este acto criminal y terrorista no tiene antecedentes en la historia de los golpes de Estado. El ataque a ciudades indefensas, y el bombardeo sobre poblaciones civiles no solamente está prohibido por las convenciones internacionales sino que han recibido el repudio universal.

Como escribiera Salvador Ferla en su libro Mártires y Verdugos: “Nuestro pueblo, que estuvo alejado del escenario de esa guerra, que jamás pudo con su imaginación reproducir la imagen aproximada de un bombardeo aéreo, experimenta ese horror -el horror del siglo- en carne propia, por gestión de su propia aviación. Y esa aviación que nunca había tenido que bombardear a nadie, que no sabía lo que era un bombardeo real, hace su bautismo de guerra con su propio pueblo, en su propia ciudad capital”.

Lo patético sobrevino después, cuando caído el gobierno peronista, ninguno de los golpistas mostró remordimiento alguno, ni esbozó una disculpa. Al contrario, se tendió a glorificar esa perversa acción con el silencio cómplice. Este silencio debe terminar, debemos saldar las cuentas pendientes y transitar el camino de grandeza que siempre nos prometimos.

Este proyecto de ley lo impulsamos con un afán esclarecedor y reparador de las situaciones traumáticas que han quedado sin resolver y siguen vivas en la memoria colectiva de nuestro pueblo.