Fundamentos de la Ley 12733

 

 

            La honorable Cámara de Diputados ha creado la Comisión Provincial de la Memoria, como contribución a la fuerte preocupación mundial de rescatar del olvido importantes hechos del pasado. Si bien es prioritario recuperar las lecciones del pasado reciente, también es pertinente comenzar la tarea de fortalecer nuestra identidad rescatando la diversidad cultural de nuestro pueblo.

            En este sentido, es un anhelo de importantes sectores bonaerenses y en particular de comunidades del interior de la provincia de Buenos Aires, reivindicar la memoria histórica referida al pasado indígena. De tal forma, proponemos como gesto simbólico denominar con el nombre de CALFUCURA a la rotonda cita en la entrada de la ciudad de San Carlos de Bolívar, como reconocimiento a este gran personaje, hacedor de épicas hazañas y partícipe, por años, en la vida política y social de nuestro territorio. Creemos que con el reconocimiento oficial a la figura del mencionado cacique se empieza a remover un muro de silencio que afecta la construcción de identidad colectiva.

            Algunos de sus datos biográficos son los siguientes: en la tribu “indígena” asentada en Llona y las laderas del volcán Llalma, al oeste de la cordillera de los Andes meridionales, y el linaje de los Curá (piedra) perteneciente a la parcialidad Huilliche-Pehuenche de la gran nación mapuche (la gente de la tierra), nace en algún momento de entre 1756 y 1775 un niño que será conocido con el nombre de Calfucurá (piedra azul), en virtud de una antigua leyenda que asignaba poderes de gran jefe y caudillo al cacique que encontrara la piedra azul. Según noticias, Calfucurá era poseedor de dicha piedra y por ende debía erigirse en rey y señor de toda la enorme región pampeana argentina.

            Su padre era un gran jefe, Huentecura (piedra alta), que junto con otros mapuche guía al Ejército Libertador del general San Martín por los pasos cordilleranos.

            Los araucanos de la pampa constituyeron una sociedad fuertemente jerarquizada, donde las diferencias sociales estaban señaladas por dos factores estrechamente unidos: riqueza y guerra. Aunque la circulación del ganado, hacia Chile, obligaba a una alta movilidad de la población, existían tolderías y asentamientos fijos.

            La organización se volvió estable y el poder de los caciques, a los cuales el mando militar permitió concentrar importantes recursos en ganado, pronto excedió el terreno bélico y avanzó en otros campos de la vida social. El crecimiento de poder de los grandes caciques se observa en la tendencia de las jefaturas a hacerse hereditarias.

            Calfucurá entró a nuestro territorio por el año 1830, y se instaló en las Salinas Grandes, cercano a un lugar llamado Massallé, donde se une a otro cacique conocido como Mariano Rondeau, que era el principal jefe de la nación vorogana. Según algunos investigadores fue convocado por el entonces gobernador, don Juan Manuel de Rosas.

            En 1834 Calfucurá envía como embajador a su hermano Namuncurá al encuentro de Rosas, con quien celebra un nuevo tratado paz.

            Luego de que los vorogas atacaran a la parcialidad Huilliche es que Calfucurá y varios caciques de la misma, se acercan a los toldos voroganos para restablecer el orden y la justicia que les impone el cumplimiento de la ley de reciprocidad de la cultura y cosmovisión mapuche. Es por esto que, el 8 de setiembre de 1834, luego de ejecutar a los jefes voroganos, Calfucurá ofrece el perdón al resto de la tribu y tras enviar mensajeros, cartas y embajadas a los distintos jefes mapuche, asegura nuevamente la alianza con Rosas. De esta forma Calfucurá logra una primera confederación mapuche de tribus.

            Calfucurá se antepone el nombre de Juan y manda confeccionar un sello con la siguiente leyenda: “General Juan Calfucurá – Salinas Grandes”, con el cual sella toda su correspondencia oficial. También designa un ministro que efectúa las veces de secretario, lenguaraz y confidente, llamado Manuel Acosta o Manuel Freyre, de origen chileno, quien logrará una decisiva influencia sobre él. Para afianzar su dominio político y militar sobre las demás tribus del desierto. Calfucurá hace cruzar la cordillera a numerosos caciques araucanos de su confianza, quienes entran a territorio argentino al frente de sus nutridos escuadrones. Entre estos caciques se encontraban hombres como Mayquín y junto con éste, los caciques Quillapán Calvucoy, Mari-Hual y Calvuén.

            Con estas fuerzas, Calfucurá unifica todas las tribus indígenas dispersadas en el vasto territorio de la llanura pampeana que abarca de la cordillera al Atlántico y de la Patagonia hasta el sur de Córdoba y Santa Fe.

            En años posteriores, las naciones indias piensan constituir una Confederación Indígena Americana que agrupará a todas las parcialidades aborígenes del continente, pero la carencia de comunicaciones, los intereses dispares y la falta de instrucción, tornan imposibles la continuidad de esos planes.

            Calfucurá, hombre de gran habilidad política, encara las relaciones exteriores con importantes aptitudes diplomáticas. Es fiel a sus aliados mapuches o criollos, como lo probó reiteradamente con Rosas, Urquiza, etc., mientras se cumplió lo acordado.

            En Paraná, en 1854 Namuncurá, hijo de Calfucurá y a pedido de éste, jura la nueva constitución argentina, y para sellar esta unión acepta ser bautizado, siendo su padrino el propio Urquiza.

            Años después, antes de terminar su mandato, el gobierno de Mitre sanciona la ley por la que se dispone la conquista del territorio mapuche hasta el Río Negro. Posteriormente Sarmiento intenta darle cumplimiento, pero se ve obligado a retroceder y entrar en tratativas, por el gran número de hombres que logra reunir Calfucurá resultado de la 3ª. Confederación.

            El gobierno lleva a cabo la represión final de los caudillos federales y americanistas del interior del país. Calfucurá, entendiendo que comparte una situación común con los federales, les presta su ayuda.

            El 8 de marzo de 1872, al frente de entre 3.500 a 6.000 indios, Calfucurá respondió en ayuda al ataque sufrido por integrantes de una tribu amiga, muchos de ellos masacrados y otros puestos prisioneros y enviados a Martín García, por Cipriano Catriel y los ejércitos del gobierno.

            Nuevamente en cumplimiento de las leyes de su pueblo, que imponen la vindicación de las víctimas y la fidelidad a la palabra dada a los amigos, Calfucurá cruzó la línea de fortines y luego de incursionar en los partidos de 25 de Mayo, 9 de Julio y General Alvear se acercó al fortín San Carlos en donde se libró una de las más encarnizadas batallas de la llamada Guerra del Desierto, donde el triunfo casi estuvo de su lado.

            Al observar a los invasores, las fuerzas de las fronteras del oeste, sud, costa sud y Bahía Blanca, no habiendo arribado aún la de la frontera norte y sud de Santa Fe, se apresuraron para enfrentarlo. Por primera vez en la historia de la Guerra del Desierto, las fuerzas de Calfucurá buscaron salvación en la huída.

            El día 14 de junio de 1873, el gran jefe indio, soberano de Salinas Grandes, moría casi centenario en sus toldos de Chiloé, al oeste de Salinas. Con él desaparecería uno de los más grandes caudillos y leyenda de la pampa. Más de 60.000 descendientes directos de los mapuche argentinos, y el doble de mestizados del mismo origen esperan actualmente el reconocimiento de su participación y contribución en los procesos sociales e históricos de nuestra patria.

            En tanto la última batalla de Cafulcurá se realiza en las proximidades de San Carlos de Bolívar, y teniendo en cuenta que un barrio de dicha ciudad lleva el nombre del Cacique, consideramos oportuno poner el nombre del legendario líder a la rotonda de la ruta 226.

            En resumen, Juan Calfucurá fue reconocido como aliado y celebró tratados oficiales con el gobernador Juan Manuel de Rosas, logró unificar varias tribus del pueblo mapuche bajo su mando y encabezó una cultura compleja que ocupó gran parte de nuestro territorio durante el siglo XIX.

            Lamentablemente, su nombre y su trayectoria fueron condenados al olvido por los grupos dominantes en la escena política nacional de fines del siglo XIX. Hoy, cuando a nivel mundial, existe una fuerte demanda en la recuperación de la memoria histórica y en la reivindicación de la diversidad cultural, y en momentos en que culmina el decenio de las naciones unidas para los pueblos indígenas, consideramos oportuno un homenaje de nuestra Legislatura a un exponente auténtico de nuestro pasado.

            Son por estos motivos que solicitamos a los señores legisladores, nos acompañen con su voto favorable en el presente proyecto de ley.