Fundamentos de la

Ley 11357

 

            Dentro de pocos meses se cumplirá el tercer aniversario del regreso a nuestra tierra de los restos del Brigadier Don Juan Manuel de Rosas quien esto suscribe entiendo que quien fuera gobernador de esta provincia, arquetipo del criollo, defensor acérrimo de la soberanía y artífice de la unión nacional merece que sus comprovincianos lo recordamos con la erección de un monumento a su memoria.

            Algunos legisladores podrán compartir conmigo el legítimo entusiasmo de tener mayoría de aquellos habrían de reconocer, al menos, que es un acto de justicia que la provincia le debe, al hombre que la gobernó a lo largo de casi dos décadas con el apoyo popular indubitable, y con una honradez tal que soportó las más encarnizadas persecuciones.

            Creo que los argentinos no tenemos derecho a que nos domine el odio faccioso por las luchas del pasado, y estamos convencidos que la unión nacional se afianza al acompañar este proyecto, destinado a recordar a quien fuera gran artífice de la unión nacional. Pues nadie desconoce hoy día, que fue Rosas y no otro, quien puso fin al despedazamiento territorial que sufrió nuestro país a partir del primer gobierno patrio.

            Varios intentos similares presentados en el orden nacional, han resultado, por diversas circunstancias políticas, hasta ahora infructuosos, lo cual nos brinda a los bonaerenses la oportunidad de saldar nuestra deuda, ya que tratándose de un hombre nacido y criado en estos pagos, y que representó a la Confederación desde su función de gobernador y encargado de la Relación Exteriores, necesario es que el primer monumento material que se levante en su memoria, lo sea sobre este pedazo de suelo argentino.

            Por ello proponemos que sea erigido en el partido de Coronel Brandsen, lindero a San Miguel del Monte, pues esa fue en principio, su área de origen y el principio del camino hacia el sur que señaló la conquista del desierto, magna obra de integración que llevó las fronteras sureñas a espacios antes vedados.

            A riesgo de ser reiterativos queremos incluir en estos fundamentos algunos de los juicios hoy históricos, que Rosas ha suscitado en quienes fueron sus contemporáneos, y aún sus enemigos.

            Baste recordar el gesto del libertador, General José de San Martín, al legarle en su testamento, el sable que lo acompaña en toda la campaña por la independencia americana, “como una prueba de la satisfacción que como argentino ha tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que tratan de humillarla”.

            Y lo que dijo Urquiza en 1870: “toda mi vida me atormentará el inaudito crimen que cometí al cooperar, en el modo que lo hice, a la caída del General Rosas. Temo ser medido con la misma vara y muerto con el mismo cuchillo por los que, por mis esfuerzos y mis gravísimos errores he colocado en el poder”.

            Las palabras de otro de sus tenaces detractores, Juan Bautista Alberdi, cuando apagadas sus pasiones partidistas, manifiesta “mientras se levantan altares a San Martín, su espada está en Southampton, sirviendo de trofeo monumental a la tumba de Rosas, puesta en ella por las manos mismas del héroe de Chacabuco y Maipú”. Y agregamos “Su conducta en Europa no ha sido inferior a la de San Martín”. Para concluir diciendo “Yo combatí su gobierno. Lo recuerdo con disgusto”.

            Queremos recordar también el juicio de quien fuera gloria de las letras nacionales, Leopoldo Lugones. “Este hombre tan grande y tan fuerte vivió constantemente recibiendo rayos. Cuestión de altura. Solo que como las cosas del mundo físico suelen trocar su acción en el mundo moral, las calumnias, las diatribas y los apóstrofes de los pequeños contra los grandes hieren de abajo para arriba. Es casi asunto de iniciado llegar a convencerse en este país de la inmensa altura genial de Rosas.

            La gente unitaria ha seguido teniéndole miedo al hombre hasta después de muerto y se ha dado elocuente caso de un cadáver ando miedo a la historia oficial de un pueblo. Porque esta es la verdad: no han sido los historiadores los que han callado, sino el cadáver el que les ha impuesto silencio. De algún modo tenía la calumnia que mostrar bajo su falsa piel leonina el hocico del chacal…”.

            Estas contundentes frases nos inhiben de comentarlas.

            Creemos llegado el tiempo de dar a los argentinos y especialmente a los ciudadanos bonaerenses, un ejemplo en el que mirarse y al que imitar, fundamentalmente para no perder el rumbo en épocas tan azarosas como las actuales.

            Don Juan Manuel de Rosas no ha muerto. Vive en el alma del pueblo al que apasiona su alma gaucha, su obra por los pobres, su defensa de nuestra independencia, la honradez ejemplar de su gobierno y el saber que fue una de las más fuertes expresiones de la argentinidad.

            En el recuerdo de este hombre bonaerense que durante décadas defendió con talento, energía, tenacidad y patriotismo, la soberanía y la independencia de la Patria contar las más grandes potencias del orbe.

            Su reivindicación encarne a la aspiración a la verdad en nuestra historia y en nuestra política; a la protesta contra la entrega del patrimonio nacional al extranjero. El nombre y la figura de Rosas es hoy lo que fue en 1840 y 1845: la encarnación y el símbolo de la conciencia nacional, de la Argentina independencia que no se resigna a ser estado vasallo de ningún imperio de la tierra. Frente a las amenazadas externas, provengan del campo militar, político, cultural o económico, el nombre de Rosas debe unir a los argentinos. Porque Rosas no es patrimonio de los rosistas, como lo supusimos alguna vez. Hoy cuando la perspectiva histórica nos permite apreciar en toda su grandeza la obra de su gobierno y la estoicidad de su exilio, advertimos que este hombre que reverenciamos, es en realidad patrimonio de todos los argentinos.

            Esta iniciativa ya ha recibido el ferviente apoyo de varios centros patrióticos y tradicionalistas, especialmente, el de la “Comisión Permanente de Homenaje a Juan Manuel de Rosas” continuadora de la que tuvo a su cargo la repatriación de sus restos en 1990, pues la concreción de esta ley haría coronar los trabajos de dicha comisión.