FUDAMENTOS DE LA LEY 15068

“La historia de un poeta no tiene fin, aunque la muerte lo pretenda” (Leopoldo Marechal)

Nacido el 11 de junio de 1900 en la ciudad de Buenos Aires, Leopoldo Marechal es uno de los grandes escritores, poetas y dramaturgos de nuestro país. Hijo de Lorenza Beloqui, argentina de ascendencia vasca y Alberto Marechal, uruguayo con raíces francesas, fue el mayor de 3 hermanos.

Ya desde temprana edad manifestó su vocación por las letras y la escritura. Gran parte de su infancia la transitó en la localidad de Maipú, provincia de Buenos Aires, donde pasaba largas estancias de verano junto a sus hermanos menores en la casa de sus tíos Martina y Francisco Mujica, puesteros en un campo de esa localidad.

Ya a sus amigos les contaba que en la escuela primaria lo felicitaban por sus dotes para la escritura y les comentaba que iba a ser poeta, lo que le valió el mote de sus amigos maipuenses de “Buenos Aires” alegando a su “fanfarronería capitalina” que con el transcurso de los años y el conocimiento de su obra literaria sería corroborada por su excelsa pluma. “Mi vocación de poeta se manifestó muy tempranamente cuando en la plenitud de mi niñez alternaba yo mi fútbol de barrio con la peligrosa costumbre de contar sílabas con los dedos”.

Muchos de los personajes de sus veranos en la pampa bonaerense aparecerán en sus obras como por ejemplo “Abuelo Sebastián”, en homenaje a su abuelo Juan Bautista Beloqui. Esas visitas a los campos de sus tíos y abuelos producirán en Marechal un cariño por personajes y paisajes de la zona pampeana los cuales serán reflejados en varios de sus textos.

Sus aportes en la recuperación de la cultura de nuestro país y de nuestra Provincia en particular son inconmensurables. Su obra es una referencia para reconfigurar el panorama de la tradición literaria argentina. Mezcla entre lo foráneo y lo autóctono que tiene como principal aporte fortalecer y engrandecer nuestra cultura nacional.

Su adolescencia no es nada sencilla y contiene gran parte de su compromiso social. Su padre enferma gravemente de gripe española (una epidemia por esos días en Buenos Aires) y si bien en un primer momento él se recupera, la ausencia de derechos laborales hace que su padre tenga que concurrir a su trabajo en proceso de recuperación. Sufre una fuerte recaída y fallece. Años después el mismo Marechal confesará que gran parte de su compromiso con los más desprotegidos tendrá que ver con ese hecho que marcó su vida familiar.

Bibliotecario, maestro, profesor de enseñanza secundaria, integrante del grupo Martín Fierro y funcionario público en reiteradas oportunidades y cargos. Un espíritu inquieto que lo llevó, ya como profesional, varias veces a Europa para encontrarse con grandes artistas como Pablo Picasso, Miguel Unamuno, los escultores españoles Mateo y Gargallo, los argentinos Antonio Berni, Horacio Butler y Héctor Basaldúa, entre otros. En un breve paso por Madrid también estrecha lazos con el escritor y filósofo español Ortega y Gasset.

En su larga serie de premios, distinciones y cargos públicos podemos destacar que en 1941 obtiene el Premio Nacional de Poesía por Sonetos a Sophia y El Centauro. Con lo que cobra de ese premio se compra una casa quinta en Adrogué donde vivirá con su familia hasta 1943. En 1944 es designado como director nacional de Cultura Estética, en 1945 director general de Cultura y en 1948 director de Enseñanza Artística y, ese mismo año, funda con su amigo Antonio Barceló la Escuela Nacional de Danzas Folklóricas Argentinas.

Su obra como su vida fue muy vasta. Ese mismo año (1948) es que sale a la luz luego de 20 años de escrituras y reescrituras Adan Buenosayres considerada como una de las más grandes obras de la literatura nacional. Allí, Marechal volcó en el protagonista sus propias experiencias de la infancia en la localidad de Maipú, el contacto con las vanguardias artísticas en Europa, su trabajo como maestro de escuela y sus devaneos poéticos sobre Villa Crespo.

Aparte del Adan también publicó otras dos novelas El banquete de Severo Arcángelo en 1965 y Megafón o la guerra en 1970 (obra póstuma). En estas dos últimas aparte de su fineza en el uso de las letras y su humor ácido tan particular se destaca el compromiso político con los sectores que menos tienen. Si bien escribió en todos los géneros, también es cierto que basta con leer unas páginas de Marechal para entender que toda su escritura está atravesada por el lente de la poesía. Supo combinar lo épico, lo biográfico y lo mítico, tal como lo prueba su “novela inconmensurable” Adán Buenosayres, que trasciende el tiempo.

Publicó en poesía más de 20 títulos entre los que se destacan Los aguiluchos (1922), El centauro (1940), Sonetos a Sophia (1940), La poética (1959), La Patria (1960), entre otros. Su dramaturgia también fue muy importante donde se destaca Antígona Velez (1951) ganadora del Primer Premio Nacional de Teatro.

Su obra poética, su narrativa y su dramaturgia “se dirige a sus oyentes más próximos, a los que frecuentan con él un mismo suelo y con él comparten las mismas condiciones de vida." Marechal está ubicando al poeta en su relación directa con la comunidad, su compromiso social se muestra allí, en sus pequeñas anécdotas, en sus derivas por los márgenes de la ciudad, en sus personajes “todo creador manifiesta en la obra, no solo sus propias virtualidades, sino también las virtualidades creadoras de su pueblo”. Toda esta búsqueda le valen el 13 de mayo de 1963 su designación como socio honorario de la Sociedad de Escritores de la Provincia de Buenos Aires.

Esta es la importancia que tiene su obra y su figura como creador. Pero, esta vocación de reparar y propagar al mismo tiempo lo que le sucede a su pueblo se entrecruza con su responsabilidad para observar qué es lo que sucede a su alrededor. “Hay escritores que han “tomado conciencia” de su país y su pueblo, y lo expresan. Existen otros que no han llegado a esa conciencia, y son los inquilinos de “torres de marfil”. Otros hay que tienen conciencia de su país, y lo callan, y son sinvergüenzas.”

Esta vinculación inquebrantable con su tiempo y con su pueblo es lo que le lleva a tomar las banderas del peronismo desde un primer momento y esto le vale la segregación de muchos de los que hasta esos momentos eran sus fieles compañeros de ruta y de aventuras literarias “la barbarie que Sarmiento denunciara en las clases populares de su época se había trasladado paradójicamente a la clase intelectual de hoy, ya que solo bárbaros (¡oh, muy lujoso!) podían excluir de su comunidad a un poeta que hasta entonces llamaban hermano, por el solo delito de haber seguido tres banderas que creyó y cree inalienable…”

Su desaparición física se produjo el 26 de junio de 1970, pero su legado y sus aportes nos acompañarán hasta nuestros días. Escritor inquieto, comprometido con su tiempo y con su lugar. Amante de las letras y de los personajes que habitan en ellas, comprometido con su tarea artística, pero sin descuidar lo que lo rodeaba. Cultor de una literatura excelsa, pero consciente que el “castillo de marfil” de los escritores era solo una invención literaria y que la vida transcurría por otros carriles.

Se nos presenta como deber a los hijos e hijas de esta Provincia, el reconocimiento a quien ha interpretado como pocos la idiosincrasia de su tierra y su gente; a quien ha recreado con su puño el paisaje social que nos caracteriza y que, desde la esencia del pueblo chico, ha trazado el más precioso boceto de nuestra argentinidad.

Otorgar este reconocimiento a Leopoldo Marechal aparece para nosotros como un acto de justicia histórica y como la necesidad de recuperar su herencia para un estímulo de quienes, en los tiempos que corren, construyen y revalorizan la cultura nacional en cada uno de sus ámbitos de expresión.

Por sus aportes al desarrollo del campo de nuestra literatura, por sus legados artísticos y profesionales, por sus anécdotas, por sus obras, por sus personajes, por todo esto es que les pido a las/os señoras y señores senadores que me acompañen en este proyecto de ley.

DE LA CORDURA

Con pie de pluma recorrí tu esfera,

Mundo gracioso del esparcimiento;

Y no fue raro que jugara el viento

Con la mentira de mi primavera.

Dormido el corazón, extraño fuera

Que hubiese dado lumbre y aposento

Al suplicante Amor, cuyo lamento

Llama de noche al corazón y espera.

Si, fría el alma y agobiado el lomo,

Llegué a tu soledad reveladora

Con pie de pluma y corazón de plomo,

¡Deja que un arte más feliz asuma,

Gracioso mundo, y que te busque ahora

Con pie de plomo y corazón de pluma!

Leopoldo Marechal