Fundamentos de
Es un anhelo de la comunidad toda de la localidad de Warnes provincia de Buenos Aires el dotar de denominación a este pasaje de gran importancia para los pobladores debido al tránsito intensivo por la creciente actividad agropecuaria, que involucra a los productores de la zona, más aún teniendo en cuenta que esta localidad se encuentra en un punto equidistante entre las ciudades de Bragado y Chacabuco.
Es por ello que se ha designado el nombre de este ilustre ciudadano, Haroldo Conti, escritor destacado de la zona y vinculado a ella y a su comunidad afectivamente a través de su obra literaria.
Haroldo Conti nació en 1925 en Chacabuco, desarrolló en su vida múltiples actividades, seminarista, bancario, docente, periodista, navegante, piloto civil y guionista de cine, pero lo suyo eran palabras y, por eso, a los 51 años, cuando desaparece, ya era considerado uno de los grandes narradores latinoamericanos.
Desde
su primera novela “
La obra de Haroldo Conti -nos dice la escritora bragadense María Cristina Alonso- está cruzada por los caminos: el que une Chacabuco con Bragado, ese que el tío Agustín atravesaba cada vez que se corría el 15 de mayo día de San Isidro labrador la fondo “las doce a Bragado”.
Muchos de sus personajes, que a veces saltan de una obra a otra, luchan por liberarse por encontrar una senda. Por eso decimos -agrega Cristina Alonso- que la obra de Haroldo Conti está como signada por los caminos, por la búsqueda de un destino. En medio de la jaula en la que suele convertirse la vida, el camino ofrece una manera de liberación, de buscar mundo, de huir de lo cotidiano, de la alineación de la vida contemporánea. Aquí me tiene -dice Oreste, protagonista de su cuento “El último”- tumbado a un costado del camino, esperando que pase un camión y me lleve a cualquier parte.
Haroldo Conti manifestó que sus novelas eran testimoniales pero, entre la vida y la literatura, terminaba eligiendo la vida. Quienes lo conocieron cuentan de su interés por los hombres y el mundo y por su sentido de solidaridad. Fue un hombre que se comprometió con su tiempo y defendió sus ideas. Tenía junto a su mesa de trabajo una frase en latín: “Este es mi lugar de combate y de aquí no me voy”.
En el cuento “La balada del álamo carolina”, Haroldo Conti coloca como epígrafe un anónimo japonés “Ciruelo de mi puerta, / si no volviese yo, / la primavera siempre, / volverá. Tú florece”. Haroldo nunca regresó, hoy es uno de los 30.000 desaparecidos que enlutaron nuestra historia reciente. Sin embargo siempre está volviendo en cada uno de los textos. Su obra recupera la cultura popular, reseña la historia de trabajo, habla de ese mundo de invenciones, testimonia la modificación de la tecnología en el ámbito rural, traza caminos en un país marcado por las distancias y la desmemoria.
Un antiguo señalador de caminos -finaliza la escritora bragadense- que un día se llevó de lo de Maruca Cirigliano, le está marcando a Haroldo el regreso, a él que es el único escritor que tuvo certificado de náufrago, que escribió guiones para televisión, enseñó latín y navegó por el Delta y que, el día que se lo llevaron, había terminado un cuento que tituló A la diestra, en que algunos muertos de Chacabuco y algunos amigos vivos comían un asado organizado por Dios en una parrilla hecha con rejas de portón. Digo el regreso porque un escritor vuelve cuando nuevos lectores recorren sus páginas.
La vida, entonces, entendida como travesía, como lo explica el capitán del Maña, el barco que inicia el derrotero: “La vida es una eterna travesía, se erraba desde el nacimiento, ese puertito de luces, tan recogido, tan breve”, para después preguntarse: “¿Dónde está el camino?”
Hoy nosotros decimos, que los habitantes de Chacabuco, Warnes y Bragado, personajes que viven la eternidad en “La balada del álamo carolina”, necesitan salir en búsqueda de su destino a través del pasaje; por eso es que solicitamos el nombre para él de Haroldo Conti..