Fundamentos de la Ley 13315
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La ciudad de General Daniel Cerri, ubicada a unos 15 kms de Bahía Blanca, con aproximadamente 10.000 habitantes, tuvo sus orígenes en el año 1876, durante la presidencia del Dr. Nicolás Avellaneda, cuando unos aproximadamente 300 aborígenes cruzan el arroyo Sauce Chico para robar la hacienda de campos cercanos a la Fortaleza Protectora Argentina, hoy Bahía Blanca. A mediados del mes de marzo del mismo año, el ministro de guerra, el doctor Adolfo Alsina, decidió culminar de modo definitivo con aquella constante amenaza, y preparó una segunda línea de frontera de la provincia de Buenos Aires. Entre los jefes militares que habían sido designados para tomar las nuevas líneas de campaña denominadas Bahía Blanca, Costa Sur, Oeste, Norte y Sur de Santa Fe se hallaba el Teniente Coronel Daniel Cerri, quien hizo construir un total de 13 fortines entre paso de los Chilenos y Cortapié hasta Púan, a fin de ocupar posiciones más avanzadas y establecerse en sitios de vital importancia estratégica. El primer fortín construido fue el denominado “Paso de los Cuatreros”, al oeste de la Fortaleza Argentina, que cerraba el paso de las invasiones desde Patagones, cuyo nombre reseña el robo cometido por los aborígenes que lograban escapar aprovechando el vado del Sauce Chico. Poco a poco los soldados que fueron designados a este reducto trajeron sus familias, dando origen al primer grupo poblacional que comenzó a llamarse “Cuatreros”. Posteriormente, principios del siglo XX comienza a nivel nacional el proceso de industrialización sustentado en aportes de capitales de las diversas entidades crediticias, a lo cual se sumó la expansión de la red ferroviaria y la realización de las más importantes obras públicas y privadas tendientes a lograr la integración regional y el desarrollo del país. Bahía Blanca, por su estratégica ubicación geográfica y las condiciones naturales de la ría, se convirtió en el centro de una extensa y rica zona tributaria, ya que abarcaba como zona de influencia aproximadamente 1.000.000 km2 (SO Buenos Aires, La Pampa, Río Negro y Neuquén), en la cual se asentaron un gran número de inmigrantes que poseían experiencia en trabajos fabriles adquiridos en sus países de origen. La industria bahiense más importante de esta época la constituyó, el Frigorífico Compañía Sansinena de Carnes Congeladas S.A., de capitales mixtos argentino-británicos, ubicada en General Daniel Cerri, que contaba con 1900 hectáreas que se compraron a raíz de la decisión del directorio tomada el 11 de enero del año 1901. En el mismo año por decreto del Gobierno Nacional se autoriza a la compañía para construir un muelle en el extremo superior del estuario, y es así que el 1 de octubre de 1903, se inauguró la planta frigorífica, la vía de trocha angosta que llegaba hasta su puerto y la playa de maniobras. El historiador Omar Rimondi al rememorar esta planta comentaba: “Desde lejos se podía avistar el gran complejo frigorífico donde sobresalían dos altas chimeneas, edificios de tres pisos para cámaras enfriadoras con temperaturas de hasta 8 grados bajo cero. El faenado se realizaba en serie por carriles eléctricos sistema Taylor, máximo aprovechamiento con mínimo de maniobras (en un tramo de 20 metros se tenía al animal sacrificado y cuereado)… La variedad de la oferta que la Compañía Sansinena tenía ya por la década del ´20, da una idea del valor agregado a las carnes faenadas y menudencias, 40 clases de fiambres, 23 de embutidos, 20 subproductos industriales y 25 de conservas enlatadas. Desde el tradicional corned beef, jamón Cork, 6 clases de paté, salchichas Oxford hasta especialidades como perdices con chucrut, pollo con jamón y el locro criollo, eran muy apreciadas en el mercado europeo. La marca registrada “S” era una garantía aceptada como superior en el comercio mundial de carnes. Muchos europeos supieron de Bahía Blanca por estos productos…” La trascendencia de este polo industrial, se destacó en el homenaje a la nueva provincia en el primer centenario de la fundación de la ciudad de Bahía Blanca, publicado 11 de abril de 1928, en el cual se expresaba: “el pueblo de Cuatreros, situado a varios kilómetros de Bahía Blanca, en dirección al partido de Villarino, con orientación hacia el mar, constituye hoy un núcleo de población de progreso, cuyos medios de vida dependen de la mayor o menor actividad que desarrollan la industria frigorífica y de lavadero de lanas que se hayan implantadas en él desde muchos años atrás y que han tenido sus alternativas por diversas circunstancias de carácter económico nacionales o mundiales reflejadas intensamente en tales industrias y como consecuencia de ello en la población de Cuatreros”. Como datos relevantes se debe acentuar quienes idearon este centro industrial y fomentaron su población: don Ernesto Tornquist y el ingeniero Luis A. Huergo. El primero fue presidente de esta empresa que se caracterizó en la historia argentina y bonaerense por ser un gran visionario de principios del siglo XX, que era considerado un trascendental bancario porteño y hacendado con intereses en la zona del sur de la provincia de Buenos Aires, que aprovechando la demanda de carne congelada a causa de la guerra anglo-boer, generó un movimiento descentralizador buscando la ubicación de la planta en el lugar mas denso de la producción de materia prima. El ingeniero Luis A. Huergo, tuvo a su cargo la dirección de las obras del frigorífico y su puerto, fue uno de los hombres más importantes de nuestro país, socio comanditario, junto a Ernesto Tornquist y Cía., de Talleres Metalúrgicos S.A (antes Rezzónico, Ottonelo y Cía.) importante empresa de Avellaneda que se remonta al año 1880. Estudió en Mariland Estados Unidos, volviendo a la Argentina en el año 1858, dedicándose en aquel momento al comercio de cereales, en el año 1860 se recibió de agrimensor y en el año 1869 de ingeniero en la Universidad de Buenos Aires. Desde entonces su actuación ha sido luminosa, estando su nombre vinculado a las grandes obras públicas realizadas en el país. A su actividad profesional, se suma haber sido diputado y senador de la Legislatura de Buenos Aires y delegado argentino del Segundo Congreso Latinoamericano. La habilitación de la planta, la necesidad de abundante personal obrero para las empresas y la apreciable distancia que existía entre Cuatreros y la ciudad cabecera, la carencia de vías de comunicación adecuadas y medios de comunicación rápidos, fueron las causales que dieron origen a un nuevo centro urbano, ya que los empleados constituyeron y trasladaron sus hogares a las cercanías del frigorífico, comenzando por establecerse en la Colonia Sansinena, ideada y construida por la compañía para sus trabajadores. La misma se ubica en una manzana enfrentada a la puerta de ingreso de esta imponente planta, circunscripta por las calles Belgrano, Juan José Paso, Álvarez Jonte y Rodríguez Peña, compuesta por un barrio de casas solidamente construidas, y cómodamente instaladas, que por sus características responden a construcciones de ciudades industriales inglesas del siglo XIX. En este siglo las técnicas de construcción anglosajona se basaban en dos ejes importantes: por un lado el urbanismo por el otro lado, la practicidad de la edificación haciendo hincapié en la concepción higienista del lugar. A tal fin con respecto a la colonia se puede afirmar que ambos aspectos se cumplieron, ya que la construcción se diseñó como si fuera una pequeña ciudad, formada por cuatro alas de viviendas de un solo nivel, con una secuencia espacial, que respeta la línea municipal y la presentación en forma de portal sobre las calles Juan José Paso y Belgrano, donde además se permite la creación de espacios verdes de uso público; estos bloques están ubicados en forma tal que se enfrentan entre sí, dejando en cada uno un importante espacio verde de uso común que cumple la función de generar la circulación del aire, orientados hacia el norte con el objeto de que aprovechen al máximo el sol. Analizando los servicios públicos que posee el complejo, se destacan la obra de cloaca y la conexión de agua y luz que eran proveídos por el frigorífico. La edificación está perfectamente diseñada, posee 24 casas familiares y 22 singulares, o 24 de casados y 22 de solteros, de acuerdo a la distinción que se realizaba en esa época por la compañía y sus trabajadores. Para caracterizarlas es importante comenzar distinguiendo las alas sobre las calles Álvarez Jonte y Rodríguez Peña, ya que son iguales estructuralmente, y posteriormente analizar las alas que se enfrentan a estas dos líneas ya que están diseñadas a modo de espejismo. Con respecto a las primeras, cada bloque posee seis viviendas familiares, con ingreso y egreso desde la vía pública y el especio común, constan de un módulo de dos habitaciones comunicadas entre sí que permiten la circulación del aire, con salida a un patio interno donde se encuentran instalados los servicios, la cocina y el baño, separados por un espacio descubierto a fin de garantizar la higiene del lugar; sobre las esquinas se ubican dos módulos singulares para los solteros, con salida a un patio común en el cual se ubican un baño y unas duchas comunes destinados para estos. En relación a las segundas, se repite esa secuencia con la distinción de que el ingreso y egreso se efectúa por los patios comunes y la medianera da origen a nueve módulos singulares más por cada bloque, con ingreso y egreso por otro patio común. En cuanto a los materiales utilizados, se destaca el predominio del ladrillo que está dispuesto no solo con función de la estética dando origen a importantes molduras externas, sino también en función estructural con el objeto de darle a la pared la carga necesaria que permita su estabilidad. Tanto los pisos como los techos están realizados en pinotea, colocados en forma suspendida a fin de permitir la circulación de aire, como técnica aislante de la época; a lo que se suma un sistema de ventilación natural con tomas en las cubiertas. De todo lo expuesto puede observar lo trascendental de la obra, su funcionalidad urbanística y arquitectónica, y la connotación económica, social, cultural e histórica, que modificó sustancialmente la vida de la población asentada en ella desde el año 1876, apropiándose éste centro urbano fabril el nombre de Cuatreros, y dando origen a su integración paulatina con la zona fundacional o Cuatreros Viejo. Como dato histórico puede mencionarse que en el año 1944 por decreto provincial se reemplazó el nombre de “Cuatreros” por el de “General Daniel Cerri”, tanto por lo despectivo del mismo como por la necesidad de reconocer la importancia de las actividades efectuadas por esta persona, que se destacó en los ámbitos militar, periodístico y literario tanto de Bahía Blanca como a nivel nacional y provincial. La Carta Magna Nacional en sus artículos 41 y 42 incentiva al Estado a la incorporación de los monumentos históricos a fin de proteger el patrimonio cultural, en igual sentido la Constitución de la Provincia de Buenos Aires en su artículo 44 expresa que la provincia preserva, enriquece y difunde su patrimonio cultural, arquitectónico y urbanístico. Así, el valor patrimonial de cualquier elemento cultural, tangible o intangible, se establece por su relevancia en términos de escala de valores de la cultura a la cual pertenece, y es en ese marco donde se filtran y jerarquizan los bienes del patrimonio heredado y se les otorga la calidad de bienes preservables en función de la importancia que se les asigna en la memoria colectiva y en la integración y continuidad de la cultura presente. Entonces, cuando se habla de patrimonio cultural de un pueblo, se está refiriendo precisamente a ese acervo de elementos culturales que una determinada sociedad considera suyos, tal es el caso de la Colonia Sansinena que constituyó y constituye para General Daniel Cerri un hito importante de la historia. Por todo lo cual que se solicita a los señores legisladores que acompañen esta iniciativa con su voto favorable.
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