FUNDAMENTOS DE LA
LEY 13947
Hijo de América Merino y el
escribano Francisco Toribio López; Francisco López Merino, o «Panchito» como
sus amigos lo llamaban -nació el 6 de junio de 1904 en
La muerte de su padre en 1911, obligó a la familia López Merino a mudarse a una vida más humilde y precaria, seguida por el fallecimiento en 1922 de su hermana predilecta, María América «Meke», convirtió al poeta platense en un joven taciturno, propenso a la introspección. Así todo, sus versos continuaron siendo publicados en diarios, revistas y pronto en pequeños poemarios de tirada reducida.
Su poética gira en torno a temas puros. Alcanza un vocabulario selectivo, personal. Se trata de una poesía ceñida en la belleza -que utilizando una estética depurada- donde el lector se deja llevar por una musicalidad mansa, y por cierto pacifismo melancólico. Lo hace con una sorprendente facilidad, y al abordar sus temáticas predilectas: la infancia, los domingos, el otoño; nombra a las cosas- con el ambiguo significado sugerido- cual si fuera por primera vez.
En sus libros no se identifican cuestionamientos metafísicos de orden moral (Almafuerte), ni una maestría formal de la métrica (Lugones, Nervo), sino que revelan la tímida y tersa voz de un neorromántico. Leer sus versos es sentir el húmedo rocío del alba platense.
De espíritu errante, López Merino gustaba transitar las silenciosas tardes por la ciudad de las diagonales inmerso en un mundo diáfano que supo traslucir en sus delicados poemas, aquellos que atesoran un aire de religiosidad, como lo demuestra este cuarteto de Las nubes: «Acaso tengan alma pero no tienen voz, sueñan en el silencio luminoso del cielo./ Las nubes son las aves fantásticas de Dios/ que ante la noche tienden un invisible vuelo». Un universo que jamás peca por armonioso, y preserva los etéreos matices de la ensoñación. López Merino canta la belleza cotidiana, pero a diferencia de Fernández Moreno, el platense cubre sus versos de un aura pacífica, calma, como agua de estanque.
Sin abandonar el claro gusto por
los versos referidos a los alrededores de su ciudad, las calles, los jardines,
plazas, lagos artificiales como también patios y cielos límpidos, pronto da a
conocer en 1925 Las Tardes, su último opúsculo. Sin ninguna explicación
aparente, y debido quizás a la muerte de su hermana por tuberculosis o a su
crónica melancolía derivada en una depresión, Francisco López Merino pondría
fin a su vida el 22 de mayo de 1928, descerrajándose un tiro en la sien en uno
de los baños del Jockey Club de
A este «poeta-niño» -como lo
llama la investigadora Marcela Ciruzzi- se le erigió
un busto del escultor Agustín Riganelli, en los
Bosques de
La escueta bibliografía de López Merino está compuesta por Canciones Interiores (1920), Tono Menor (1920), Sugestiones de una balada (1924)- separata de la revista “Nosotros”-, y Las Tardes (1925), su más conocido libro poético. También existen dos Obras Completas que intentan fallidamente reunir de manera orgánica toda su producción.
La primera data de 1931 y la segunda aparecida en 1968, fue publicada con motivo del 40 aniversario de la muerte del poeta.