Fundamentos de la Ley 12527

 

 

Salvador Mazza nació en la ciudad de Buenos Aires el 6 de junio de 1886. Quedó huérfano de padre a los cuatro años, trasladándose posteriormente con su madre a la ciudad de Rauch (provincia de Buenos Aires). Desde niño se distinguió por su afición al estudio, ingresando cuando contaba con 11 años al colegio Nacional de Buenos Aires. Alumno de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, comenzó a efectuar publicaciones científicas en la revista del jardín zoológico. Se graduó de médico en 1910 y obtuvo su doctorado en medicina en dicha universidad en 1911 con su tesis Formas cutáneas y nerviosas del aracnoidismo.

            Desarrolló en su formación la bacteriología, la química analítica y la patología, teniendo un gran dominio de idiomas extranjeros, especialmente francés y alemán. Fue nombrado bacteriólogo del entonces Departamento Nacional de Higiene, realizando estudios y publicaciones sobre tifus, mal de ozena, lepra, tracoma, etc. Le fue encargada la organización del lazareto de la isla Martín García, un laboratorio para la búsqueda de portadores sanos de gérmenes de cólera en inmigrantes que ingresaban al país.

            En 1916 llegó a ser profesor suplente de la cátedra de bacteriología y, luego de la renuncia del doctor Malbrán, titular a cargo de la misma. Fue también jefe del laboratorio central del Hospital de Clínicas de Buenos Aires. Se incorporó al Ejército por un corto período y trabajó durante ese intervalo en la modificación de la vacuna antitífica que se inoculaba entonces a los conscriptos.

            Realizó varios viajes por Europa donde visitó los centros científicos mas afamados de París, Berlín, Hamburgo y Londres. En el año 1921 participó de la Reunión Biológica Argentina, presentando un trabajo de investigación. Luego continuó efectuando publicaciones biológicas en "La Prensa Médica Argentina", en la revista de la Asociación Médica Argentina, en el Boletín de la Sociedad de Obstetricia y ginecología, etc. En 1923 se distinguió en el Segundo Congreso Nacional de Medicina, realizado en Buenos Aires.

            Mazza no había sido indiferente, a la inversa que muchos, a los estudios del doctor Carlos Ribeiro Justiniano das Chagas. Este joven científico brasileño había descubierto en el año 1909 la existencia en la sangre de un parásito, tripanozoma al que denominó crozi, vinculándolo a diversas alteraciones clínicas, fundamentalmente cardíacas y en el aparato digestivo, que presentaban muchas personas. Chagas había viajado en 1912 a Buenos Aires, presentando sus estudios respecto a la enfermedad por él descubierta, pero en nuestro país sólo recibió críticas científicas, considerándose que la tripanosomiasis era un hallazgo casual y que no representaba necesariamente una enfermedad.

            El doctor Mazza  decidió retomar aquellos estudios creando un instituto que se dedicara a investigar las enfermedades propias de las regiones del interior del país. Con dicho objeto organizó en 1925 la primera sociedad científica de Jujuy: La sociedad de Patología Regional del Norte -de la que surgirían valiosos investigadores provenientes de estas zonas alejadas de la Capital Federal-, realizando posteriormente reuniones científicas en las filiales de la misma que se fueron creando entre 1926 y 1927 en distintas ciudades del interior ( Salta, Tucumán, Catamarca, Santiago del Estero, La Rioja y Corrientes).

            Durante largos años debió enfrentar la incredulidad de muchos de sus colegas, para quienes las muertes derivadas de dicha enfermedad eran causadas por simples insuficiencias cardíacas.

            Como se expresó anteriormente, el doctor Mazza desarrollo especialmente, trabajos de investigación respecto de la tripanosomiasis, denominada enfermedad de Chagas, que había comenzado a ser estudiada por aquel médico brasileño algunos años antes. Se trataba de encontrar la relación de esta patología con el tripanosoma cruzi. Por su contribución en este campo se reconoce también a la misma como enfermedad de Chagas-Mazza.

            Habiendo cumplido 40 años, y con grandes antecedentes profesionales, había resuelto renunciar en su cargo en la Universidad Nacional de Buenos Aires -no aceptando el ofrecimiento de asumir como profesor titular de la Cátedra de Bacteriología en la Facultad-, para continuar sus trabajos en el interior del país, donde se registraban la mayor parte de las endemias, contándose con pocos hospitales.

            Luego de ese gran paso iniciado por Salvador Mazza, en 1928 se crea oficialmente la Misión de estudios de la Patología Regional Argentina (MEPRA); su obra, señera y acrisolada, tanto en materia de exploración sanitaria como de epidemiología, iba a lograr su realización a través de medio centenar de médicos, incansables colaboradores profesionales del área rural y ciudades.

            El gobierno de la provincia de Jujuy, mediante un decreto del 11 de mayo de 1928, donó dos hectáreas de tierra fiscal en un sector rural, así como la suma de $ 30.000 para la construcción de la MEPRA. El Consejo Superior de la Universidad Nacional de Buenos Aires nombró al doctor Mazza profesor honorario de la Facultad de Medicina, lo destacó a Jujuy como jefe de dicha institución y dispuso que allí dedicaría sus actividades durante todo el año.

            Aquella institución, que funcionó en los aledaños de la ciudad de Jujuy, actuaba como organismo de extensión universitaria dependiente del Instituto de Clínica Quirúrgica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Entre sus múltiples funciones realizaba estudios de laboratorio para los casos clínicos, impulsaba y secundaba reuniones con los médicos de la zona en verdaderas jornadas de extensión universitaria, efectuaba medicina y cirugía experimental en animales, realizaba análisis anatomopatológicos, sin descuidar la docencia y atendiendo sus propias publicaciones periódicas. A lo largo de su trayectoria acumuló una valiosísima colección de preparados, casos clínicos archivados, estudios de todo tipo, un importante bioterio e importante instrumental científico.

            Su personal estaba integrado no sólo por médicos y diversos especialistas sino también por entomólogos, veterinarios, bioquímicos, zoólogos, etc. Cabe destacar que entre los profesionales que integraron este importante equipo, tuvo una relevante participación el doctor Miguel Eduardo Jorg, quién se incorporá a la MEPRA en 1932 trabajando en forma constante e intensa al lado de su jefe Salvador Mazza, siendo nombrado jefe de los laboratorios, segundo cargo en jerarquía en la MEPRA.

            Estos profesionales se integraron en un verdadero equipo multidisciplinario -que llegó a reunir a más de 40 investigadores- y no se ocuparon solamente de la enfermedad de Chagas, motivo relevante por el cual había sido creada la MEPRA, sino que atendieron también todas las patologías regionales y el estudio de afecciones humanas y animales. Esta obra se extendió hacia todas las provincias limítrofes y otras mas alejadas. Podría decirse que tampoco escaparon de su irradiación varios países sudamericanos incluyéndolo al Brasil.

            Jamás hasta la creación de la MEPRA se había encarado en nuestro país un relevamiento e investigación biológicos de esa magnitud en el campo de las patologías regionales y con un equipo profesional multidisciplinario, coherente y de tal calidad. Allí Mazza empleó todas sus energías, dedicándose a la investigación sanitaria de una endemia que azota, entre otras regiones a América Latina, a una gran parte de nuestro país donde se reconoce oficialmente que existen más de dos millones de infestados.

            Como complemento de la labor fija, en la MEPRA y zonas limítrofes, Salvador Mazza logró que le adaptaran un vagón de ferrocarril y un pase libre para trasladarse por todo el país. Ese vagón ferroviario y consultorio completos especialmente diseñados por Mazza. Le sirvió para recorrer con él innumerables regiones donde inspeccionó e investigó, enseñando siempre a todos los médicos que recurrían a él en busca de asesoramiento o consejo.

            La actividad de la MEPRA durante los años de funcionamiento a pleno, atrajo la visita a su sede en Jujuy de numerosas personalidades nacionales e internacionales. Se podría sintetizar lo realizado por la MEPRA diciendo que no sólo ratificó la enfermedad de Chagas cuando ésta era negada internacionalmente y en especial en el orden nacional, sino que logró grandes adelantos en el estudio de los síntomas y lesiones causadas por la enfermedad.

            Al desarrollarse estas investigaciones, se logró encontrar pacientes chagásicos puros en una región subtropical libre de bocio y fuera de otra contaminación parasitaria, lo que fue confirmando la existencia de la enfermedad de Chagas y la vía de contagio de la enfermedad, a través de la vinchuca, que al picar defecaba sobre la herida transmitiendo de tal forma los parásitos. Este insecto prolifera en los ranchos de barro y paja donde habitaban los humildes pobladores de la región, por lo que para su eliminación se debían mejorar las condiciones de vida de los mismos, construyendo viviendas de mejor calidad.

            Los ranchos eran verdaderas incubadoras de la enfermedad. Era notable la relación entre la enfermedad y la miseria, produciéndose asimismo un transporte pasivo de una región a otra por parte de los trabajadores golondrinas, quienes trasladaban a los insectos entre sus pertenencias. El doctor Salvador Mazza consideraba que la endemia chagásica no se acabaría mientras existiera el rancho. Desarraigo y trabajo golondrina eran el caldo de cultivo de la enfermedad

            Denunciar esta situación, significaba enfrentar a los sectores de poder social, político y económico, para quienes ello significaba meterse en temas que no le competían a la medicina.

            El doctor Chagas, aquel genial científico brasileño descubridor de la enfermedad, quien padeció como se dijo anteriormente, indiferencia y calumnias, escribió:" Hay un designio nefasto en el estudio de la tripanosomiasis. Cada trabajo, cada estudio, apunta un dedo hacia una población mal nutrida que vive en malas condiciones, hacia un problema económico y social, que a los gobernantes les produce tremenda desazón pues es testimonio de incapacidad de resolver un problema tremendo. Es un problema de vinchucas, que invaden y viven en habitaciones de mala factura, sucias, con habitantes ignorantes, mal nutridos, pobres y envilecidos, sin esperanzas ni horizonte social y que se resisten a colaborar. Hable de esta enfermedad y tendrá a todos los gobiernos en contra. Pienso que a veces más vale ocuparse de infusorios o de batracios que no despiertan alarma a nadie..."

            A su vez, quienes descreían de la existencia de la enfermedad de Chagas acusaban a los investigadores de impericia, aventurerismo científico y falta de rigor en sus estudios. Estas críticas crearon una situación conflictiva con las nuevas autoridades de la universidad de la cual dependía el doctor Mazza. Sin embargo, continuó con gran esfuerzo las tareas junto con su grupo de fieles colaboradores.

            Tiempo después su trabajo dio frutos al poder verificarse todo el proceso de desarrollo de la enfermedad, lográndose aplicar los primeros tratamientos para combatir la misma cuando está en su etapa inicial. Estos hechos tuvieron una gran repercusión pública, llevando a la Academia de Medicina a manifestar su reconocimiento por el trabajo de investigación efectuado.

            En el año 1942, Salvador Mazza entró en contactos con Alexander Fleming, el descubridor de la penicilina, con el objeto de obtener un cultivo del penicilio original para intentar la producción experimental del nuevo antibiótico en la Argentina. En la primavera de 1943, la MEPRA tras un enorme e ingenioso esfuerzo logró producir 10 ampollas de penicilina cruda amorfa de similar calidad a la obtenida en el extranjero, abriendo así la posibilidad a un proyecto de producción nacional de la misma. Sin embargo, las autoridades sanitarias nacionales no dieron ni un simple acuse de recibo a los informes remitidos por Mazza al respecto, con el agravante que ese mismo año no había en el país una sola ampolla del antibiótico y toda la producción extranjera era requisada para el empleo en las tropas que combatían en Europa.

            En el lapso de 1926 a 1946, el doctor Mazza publicó alrededor de cuatrocientos trabajos científicos sobre biología médica y enfermedades tropicales preferentemente; actuando también en otros aspectos culturales en las ciudades de Salta y Jujuy. Se han podido contabilizar más de 300 publicaciones originales efectuadas por él y su equipo de colaboradores de la MEPRA, muchas en inglés, francés y alemán, las que hicieron conocer esta gran obra en el mundo. Fundó y dirigió los Anales de Patología Regional del Norte, participó en congresos científicos nacionales y extranjeros, y sobresalió ante todo por sus estudios sobre brucelosis y enfermedad de Chagas.

            En 1946, Salvador Mazza se trasladó a México como invitado especial a unas jornadas de actualización sobre enfermedad de Chagas; colaborando allí para entrenar a los médicos latinoamericanos en la pesquisa y los últimos adelantos obtenidos en esta enfermedad. El 22 de enero de 1947, bruscamente se sintió mal y un infarto agudo de miocardio lo derrumbó en la ciudad de Monterrey, donde murió en la plenitud intelectual de sus 60 años. Pocos años después se produjo el deceso de su mujer, quien lo había apoyado en sus investigaciones, también por infarto de miocardio.

            A partir de su fallecimiento, la institución por él fundada y capitaneada con tanta eficiencia sufrió una serie de avatares político-institucionales que concluyeron con su traslado definitivo a la Capital Federal, entrando en una agonía que finalizó con la resolución de cierre definitivo en 1958. La muerte de Mazza significó también la pérdida y destrucción de casi todo el material de trabajo atesorado a lo largo de tan intensos años de labor.

            Tal como se menciona en la parte final de la conocida obra cinematográfica sobre su vida -denominada Casas de Fuego- interpretada por el actor Miguel Angel Solá: "La MEPRA, su creación, fue disuelta en 1958; el vagón sanitario fue rematado; la biblioteca, dispersa. No se tiene noticia de su correspondencia y de su enorme archivo fotográfico. De su tumba en el cementerio de Olivos casi no quedan rastros".

            En un acto recordatorio de su vida realizado por la Sociedad Argentina de Cardiología, el doctor Miguel Jorg, quien es miembro de la Academia Nacional de Medicina y fue, como se mencionó anteriormente, colaborador del doctor Mazza durante catorce años, hasta su muerte en 1946, expresó: "Salvador Mazza fue inspirador, principio y meta, módulo y cartabón de todos los estudios posteriores que lo perpetúan como afirmador de la tripanosomiasis cruzi, cuando se la negaba internacionalmente”.

            Nos dejó a su muerte el registro de 1.400 casos, ratificados por el hallazgo del parásito en sangre o en tejidos, material infortunadamente desaprovechado ulteriormente. Fue severa su figura, rector de nuestra tarea; nos arrastró su imagen, su laboriosidad incontenible, su talento pródigo en consagración y esperanza, lleno de intenciones creadoras. Fue insobornable, su entereza no persiguió admiración ni favores políticos; no buscó victorias, supo valer como ejemplo que nos animó en su camino de luchas y frustraciones; de silencios sin ánima y de soledades sin eco.

            Y es así que en ese conocimiento y convicción nos vemos reunidos aquí para dar testimonio que su mensaje de intencionalidad patriótica, no murió con él. Mensaje imperecedero. Que implica dedicación penetrante a un problema de prioridad salubritaria como lo es la enfermedad de Chagas, aún la cuarta causa de morbilidad y mortalidad de América, cuya erradicación exige persistencia y amplitud de empeño investigacional y asistencia.

            De la pervivencia del mensaje de Mazza dan prueba casi medio centenar de investigadores actuales, que desde el Comahue hasta el Pilcomayo; desde las tierras huarpes al dominio guaraní, han prolongado la obra de la MEPRA, dándole adelanto: menos enfermos, menos muertes, mejores tratamientos y óptima prevención de las transmisibles, siempre primero con respecto a la Enfermedad de Chagas."

            La historia del Mal de Chagas y la lucha que se libró y se siguie manteniendo contra este flagelo, está llena de grandeza y miserias, de actos de generosidad y abnegación, así como de mezquindades y politiquería interesada. En nuestro país, la lucha contra el Chagas está marcada por un ilustre nombre, el del doctor Salvador Mazza.

            Constituye un ejemplo para la nuestra y las futuras generaciones la vida del doctor Mazza. Necesitamos muchos ejemplos como él, muchos modelos, muchos espejos a los que se miren los argentinos de hoy y de mañana. Por tales motivos consideramos que nuestra Provincia, en la que pasó su niñez quien ha sido reconocido como uno de los profesionales de mayor relevancia en la historia de la medicina argentina, debe declararlo ciudadano ilustre post mortem en mérito a su invalorable contribución científica                   -destacada a nivel mundial-, especialmente por sus investigaciones respecto al denominado Mal de Chagas.