Fundamentos de la Ley 13452

 

 

 

            El lugar bautizado YMCAPOLIS por la Asociación Cristiana de Jóvenes, fue adquirido por la institución en el año 1929 a la familia Raíces, a quienes se considera fundadores de la localidad.

            Alejandro y Enrique Raíces a principio del siglo XX visitaron el lugar, y maravillados por su imponente paisaje, adquirieron los terrenos de lo que es hoy la planta urbana de Villa La Arcadia.

Hacia 1908 tomaron la determinación de constituir con estos terrenos una villa turística, y en 1910 iniciaron los primeros trabajos de urbanización.

La primera edificación que se erigió en la villa, fue el chalet de los señores Raíces, actualmente propiedad de la Asoc. Cristiana de Jóvenes, en el año 1911.

Durante ese mismo año se comenzó con la forestación y los primeros loteos que dieron lugar a la construcción de viviendas, tanto de fin de semana como de permanencia estable.

Singular para la región es también la estación de piscicultura de la localidad serrana, a la vera del Arroyo El Negro, afluente del Río Sauce Grande, aproximadamente a 1 Km. del centro urbano de la villa.

YMCAPOLIS fue el primer campamento de las asociaciones cristianas de jóvenes de América Latina. En el mismo, de manera periódica se llevaban a cabo campamentos internacionales (de líderes de la institución) que provenían de los distintos países latinoamericanos. Señala la institución que “los campamentos tienen la virtud de crear, educar y fortalecer en todos y cada uno, el espíritu eminentemente social de la solidaridad”. La historia de este lugar se inició cuando los secretarios José Varela Buela y Florido Camerini Zabbán, llegaron a esa localidad en busca de un sitio que reuniera todas las condiciones requeridas para la práctica de campamentos. La propiedad que visitaron fue recomendada al directorio para su compra.

En los meses finales del año 1928, una delegación de socios viajó para acondicionar el parque y restaurar el chalet de 14 habitaciones. En poco tiempo se construyeron las canchas de juego para bochas, básquetbol, vóleibol y crópogo, se amueblaron las habitaciones y se organizó todo lo relativo a la temporada de 1929. En enero de ese año llegaron al lugar las primeras familias y los primeros contingentes de niños y jóvenes.

YMCAPOLIS comenzó a servir entonces a los socios brindándoles un clima saludable. El lugar se encuentra a 800 metros de la estación ferroviaria de Sierra de la Ventana, en medio de un lugar pleno de leyendas y tradiciones populares, a orillas del famoso Frutá-Hueyqué-Leuvú (Río Sauce Grande), en el centro de la región de Casahuatí, por cuya posesión lucharon los blancos durante tres siglos contra los indios araucanos.

La fundación del campamento de Sierra de la Ventana significó para la asociación, además de un incremento en el número de socios, un cambio cultural. Por aquellos años la institución era exclusiva para hombres, incluso el estatuto señalaba que los socios debían ser “varones honestos”. En un principio, éstos podían compartir sus vacaciones en ese lugar solo con sus hijos varones. La importancia de Ymcapolis, radica en una aceleración del proceso de integración de las familias. A los pocos años se permitió la participación completa de las mujeres, de manera que se fortalecieron los vínculos con la asociación y los campamentos cobraron un valor importante de sociabilización cultural, ya que por entonces no era común que las familias compartieran el período de vacaciones.

Llegar a Ymcapolis era toda una aventura, en un tiempo en que parecía ser más lejano por la precariedad de los transportes. Las primeras diez familias que llegaron a Sierra de la Ventana, lo hicieron en tren y a través de un viejo colectivo de la asociación.

Cada grupo familiar costeaba su pasaje y pagaban un valor de estadía mínimo que cubría las cuatro comidas, el alojamiento y el programa de actividades. En el extenso parque se dispuso la instalación de grandes carpas estructurales, las cuales todavía se conservan y están en uso junto a las nuevas cabañas.

Para aquel entonces la entidad brindaba alimentación y contrataba personal de la zona, fundamentalmente para servicios de comida y limpieza. Se organizaban grupos de niños y jóvenes que permanecían desde mediados de diciembre hasta fines de febrero. Las experiencias más comunes de estos grupos estaban centradas en la supervivencia, ellos mismos debían prepararse su comida. Hacia la década del ‘50 se comienzan a realizar los campamentos denominados co-educacionales o mixtos, donde participa la mujer.

Estas tareas las realizó la asociación cuando todavía no existían colegios mixtos y la mujer aún no podía ni siquiera votar. Es notable el número de matrimonios históricamente nacidos en los campamentos de la asociación, fundamentalmente en Ymcapolis.

A través de los años, Ymcapolis fue ampliando y mejorando sus instalaciones, tanto de infraestructura habitacional como recreativa. Durante la temporada baja es muy utilizado por contingentes de escuelas que realizan sus prácticas de convivencia y sus viajes de egresados.

Es innumerable la lista de intelectuales argentinos y extranjeros que han concurrido a YMCAPOLIS a través de su historia. Cabe mencionar entre ellos a Ortega y Gasset, en la época en la que escribe “La rebelión de las masas”.

La identidad fundacional de la Asoc. Cristiana de Jóvenes expresada en la promoción de los valores humanos esenciales, se presenta cada día más clara. El desafío de rescatar lo trascendente, todo aquellos que dignifique a personas y comunidad en su conjunto, continúa siendo una utopía plenamente vigente para la institución.

El amor, la justicia, la paz y la solidaridad constituyen los verdaderos valores a los que hace referencia la misión de la asociación. Éstos, se contraponen a disvalores que se observan generalizados en la sociedad del siglo que acaba de comenzar: egoísmo, violencia, falta de solidaridad, guerra, conflicto, discriminación, entre otros males que aquejan a la humanidad.

Como organización independiente, la asociación agrupa a cristianos pertenecientes a distintas tradiciones de la fe cristiana. Por sobre todas las cosas es un movimiento juvenil, ya que si bien socios de diferentes edades desarrollan en torno suyo sus actividades, su principal interés radica en la generación presente.

Articuladas a la Alianza Mundial, las distintas asociaciones encuentran en esa afiliación, significado y propósito. En la comunidad, la nación y en el mundo entero, busca a través de su membresía aquellas instancias de confraternidad hacia personas de toda clase, credo, color y nacionalidad.

De este modo, aunque educa para la ciudadanía y forma líderes responsables, es una organización apartidista en lo político aunque posee percepción social y contribuye a formar conciencia a través de programas diversificados. Este hacer multifacético es el resultado de una búsqueda por contactarse con los individuos y colmar las necesidades de los miembros en las distintas instancias de la vida que atañen al trabajo, la escuela, la familia y la recreación.

Lejos de ser una institución sectaria o proselitista, tampoco se ubica en el lugar de la iglesia, se trata, pues de un movimiento cristiano que pone su énfasis en la vida moral, espiritual y religiosa de los individuos.

El sino de este movimiento en su carácter laico, sin control de ninguna entidad eclesiástica. A través de su historia la asociación ha trabajado con la idea de que existe un vasto campo de acción para los voluntarios, los colaboradores desinteresados, que en la construcción y elevación de un carácter cristiano provee a través de la educación formal y general de sus actividades que permite un desarrollo integral de la personalidad humana. Millares de colaboradores, educadores, profesionales, hombres de gobierno, comerciantes, empresarios, han dado y están dando generosamente su tiempo, su pensamiento y ayuda material, como miembros de directorios, comités o comisiones.

Un principio de la asociación generalmente aceptado, es que sus miembros se esfuercen en vivir y realizar los propósitos del movimiento de acuerdo con las enseñanzas y espíritu de la iglesia a la cual pertenecen sin buscar o desear cambiar la afiliación eclesiástica de sus compañeros.

La institución cree que una utilización activa de su tarea misionera está en perfecto acuerdo con este principio. En la práctica, el ecumenismo es la convivencia de cristianos de diferentes denominaciones y confesiones cristianas, en el más profundo respeto mutuo y en vista a una acción que no suponga defección alguna de las posiciones básicas de cada uno de los componentes del grupo. No se trata de fusión amorfa sino de convivencia creativa.

El promulgar los fundamentos de la convivencia en paz, amor y solidaridad, da sustento a una frase que resume nuestra labor: el valor de un mundo con valores. Lo que se abre en un abanico de términos y conceptos: valor no como temeridad, pero si como entrega, disposición y conciencia, acción que rescata otras acciones, valor en el sentido de darle una medida justa, un lugar justo, a aquellos que vale la pena. Y lo que vale la pena es un mundo con valores, que no sucumba ante lo que John R. Mott (misionero ex presidente de la Alianza Mundial de Asociaciones Cristianas de Jóvenes) denominó la “atrofia espiritual”. Hace sesenta años, en un cuadernillo publicado por la Editorial Juventud, advierte sobre el peligro de la desidia de las capacidades morales y espirituales como resultado de su falta de uso. Alertaba Mott sobre resultados funestos de un ser alienado que vive entre la inercia y la indiferencia, la duda moral y espiritual. Cuando esto sucede, “la voz de la conciencia se vuelve más débil y confusa”, dice Mott y parafrasea a Goethe en aquello de que: “una vida ociosa es el anticipo de la muerte”. Por ello, podría decirse que en los cien años de vida la asociación ha trabajado en sentido inverso al infortunio, dando respuestas concretas a aquello que pretende instalarse como frustración. De este modo su trabajo ha consistido en restituir la esperanza allí donde asoma el desengaño, religar al hombre con su espiritualidad más honda, colocar principios donde comienza a reinar la oscuridad, y poner a circular un proceder vigoroso basado en la mística y en los valores.

Cien años que guardan una historia y revelan un presente, el de la elevación espiritual de muchos que miden el tiempo -un tiempo que tensa y da significación a la existencia- por la capacidad de servir, de buscar el bienestar común, de hacer más plena y armónica la convivencia entre los seres. Cien años de formular respuestas, día a día, para las nuevas, complejas y constantes transformaciones de la sociedad bajo la consigna cristiana de que el amor al prójimo siempre tiene éxito.

En cuanto a las actividades que lleva adelante la institución, la práctica del deporte forma parte de su estructura desde sus inicios. Precursora en muchas disciplinas, esta entidad fue pionera del básquetbol y el vóleibol. Doce años después de su creación en 1856, la asociación dio prioridad a la educación física y algunos años más tarde inauguró los primeros gimnasios. Fue avanzada en natación y desarrolló el vóleibol en 1895, aunque quizá el dato más importante corresponda a la creación del básquetbol hacia 1891.

Sin embargo, más allá de las fechas y los datos históricos de cada disciplina, la principal contribución de la asociación al mundo deportivo fue la de sentar las bases de una perspectiva espiritual y cristiana en la enseñanza de las actividades físicas dirigida fundamentalmente al desarrollo del hombre y de la sociedad. La educación física y el deporte son medios para el propósito formativo en valores que promueve desde siempre la institución.

Para la asociación, la educación física es parte sustancial del proceso educativo total y tiene como meta el desarrollo del hombre íntegro: físico, mental, social y espiritual. La enseñanza de cualquier deporte es encarada como una parte constitutiva de la cultura del medio y, por lo tanto, se convierte en agente activo para el desarrollo integral de la comunidad. Los tres conceptos básicos manejados por los instructores y docentes son: ciencia, recreación y juego. A partir de ellos se elaboraron todos los programas educativos hasta la actualidad.

El deporte es abordado desde la Asociación Cristiana de Jóvenes como educación, pero una educación más concreta: la del carácter. Es asimismo una ciencia, porque el deportista solo puede perfeccionarse si aprende pacientemente a conocerse. El deporte es también cultura, ya que los gestos efímeros que traza en el tiempo y en el espacio, por puro placer, ponen de manifiesto con dramático relieve los valores más elementales y también, los más profundos del hombre. Es una organización de caballería, porque el deporte es honor, ética y estética.

A partir de la claridad de estos conceptos, se alentó desde todos los ámbitos la actividad deportiva.

La asociación cuenta con un área de acción comunitaria, desarrollo y expansión, dedicada a coordinar las distintas expresiones de trabajo en el campo social, siendo una de las manifestaciones concretas y visibles del compromiso solidario de la institución para con la población más vulnerable de la sociedad.

La obra comunal, como se la conocía tradicionalmente, hoy se ha convertido en la acción comunitaria y responde a la misión de la asociación es decir a la promoción de los valores de la justicia, la paz, el amor y la solidaridad.

La difusión cultural es uno de los pilares fundamentales de la obra impulsada por la asociación. Desde sus inicios tuvo como meta la elevación espiritual del hombre a través del discernimiento, la comprensión y el debate de las más variadas expresiones culturales.

La tarea cultural logró convocar a los socios en forma masiva, con salones colmados en los diversos programas ofrecidos. Las conferencias, disertaciones y debates que allí se brindaban, tenían siempre como protagonistas a intelectuales de gran talla.

Entre los disertantes invitados por la asociación, destacan: José C. Astolfi, Robert Bader Powell, Eduardo Blanco Amor, Joaquín V. González, Bernardo Hussay, Vicente Fidel López, Willam Morris, Alfredo Palacios, Ángel Roffo, Teodoro Roosevelt, entre otros.