Fundamentos de la Ley 13308

 

 

 

            La instauración de la última dictadura militar el 24 de marzo de 1976 significó también la apertura de una etapa signada por una sistemática violación de los más elementales derechos humanos por parte del terrorismo proveniente de la propia estructura del Estado.

            Miles y miles de personas de todas las edades y condiciones sociales, etc. Pasaron a engrosar las listas de asesinados, desaparecidos y torturados por parte de los grupos de tareas y fuerzas represivas ilegales que actuaban al amparo de la impunidad que les daba pertenecer a las propias fuerzas que detentaban ilegítimamente el poder.

            Entre todas esas víctimas, centenares de criaturas fueron secuestradas con sus padres o nacieron en los centros clandestinos de detención donde fueron conducidas las jóvenes embarazadas.

            Muchos de esos niños fueron apropiados e inscriptos como hijos propios por los miembros de esas mismas fuerzas, otros abandonados o sin nombre, haciéndolos desaparecer al anular su identidad, privándolos de vivir con su legítima familia, de todos sus derechos y de su libertad.

            Así como algunas madres de desaparecidos no se resignaron a la pérdida de sus hijos y a partir de su dolor supieron reunir las fuerzas suficientes para no resignarse y reclamar verdad y justicia, convirtiendo sus pañuelos blancos en un símbolo casi universal.

            Otras, solo doce en el comienzo, conformaron un 22 de octubre de 1977 una agrupación donde aunar esfuerzos en la búsqueda común de sus hijos y nietos secuestrados o nacidos en cautiverio: las Abuelas de Plaza de Mayo.

            Como se definen a sí mismas, esta asociación “es una organización no gubernamental, apartidista, que tiene como finalidad localizar y restituir a sus legítimas familias todos los niños secuestrados desaparecidos por la represión política, y crear las condiciones para que nunca más se repita tan terrible violación de los derechos de los niños, exigiendo castigo a todos los responsables”.

            Estela Barnes de Carlotto ingresó en el año 1978 a la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo a fin de buscar a su hija Laura, desaparecida el 26 de noviembre de 1977, y a su nieto, nacido en cautiverio el 26 de junio de 1978.

            Desde entonces desempeñó el cargo de vicepresidenta, y actualmente, es la presidenta de esta asociación que fue nominada durante el 2001 para el premio Nobel de la Paz.

            No resulta necesario abundar en detalles biográficos sobre Estela B. de Carlotto y su lucha junto al resto de las abuelas en la búsqueda del casi medio millar de chicos sustraídos durante la dictadura.

            Quizás su mejor carta de presentación sea la circunstancia de haber podido localizar hasta la fecha a 73 de los nietos desaparecidos.

            Su tarea constante, su lucha sin claudicaciones le ha significado contar con el merecido reconocimiento de todos aquellos que luchan por los derechos humanos no solo dentro del país, sino también en el mundo entero. Entre los muchos reconocimientos recibidos, recordemos dos de carácter académico: los doctorados Honoris Causa en Derechos Humanos de la Universidad de Massachusset y el otorgado por la Universidad Nacional de La Plata el pasado 11 de julio de 2002.

            Digamos también que en el ámbito de nuestra Provincia, Estela B. de Carlotto integra la Comisión Provincial por la Memoria, un organismo público extra poderes con funcionamiento autónomo y autárquico, creado por Ley 12.483 e integrado por representantes de organismos de Derechos Humanos, la justicia, el sindicalismo, la Legislatura, la universidad y diferentes religiones.

            Entendemos que Estela B. de Carlotto acumula méritos más que suficientes para ser declarada ciudadana ilustre de la provincia de Buenos Aires por su prédica y labor permanente en defensa de los derechos humanos en su concepción más integral y especialmente por su tarea de búsqueda y restitución de niños desaparecidos durante la última dictadura.

            Pero a esos méritos -repetimos- más que suficientes se suma en estos momentos un especial contexto: Estela B. de Carlotto sufrió un atentado el pasado viernes cuando desconocidos balearon con armas de guerra el frente de su casa ubicada en las calles 21 entre 525 y 526 de Ringuelet.

            Con métodos propios de las épocas más negras de la dictadura, se pretendió amedrentar o silenciar a quien constituye un símbolo en la lucha por los derechos humanos.

            Estos hechos no admiten actitudes dudosas o dubitativas, deben ser repudiados de manera clara y contundente a la vez que exigiere su esclarecimiento y castigo a sus responsables intelectuales y materiales.

            Frente a las “mafias que pretenden crear el caos”, tal cual las definiera la propia Estela B. de Carlotto, los sectores democráticos sin distinción alguna deben ofrecer un frente único y homogéneo en la defensa de la vida, la justicia, y la posibilidad de vivir en paz.

            Declarar ciudadana ilustre de la provincia de Buenos Aires a Estela B. de Carlotto es efectuar un justo reconocimiento a una lucha y una consecuencia de un cuarto de siglo, pero es también una forma más de expresar que frente a unos pocos que no se resignan a la consolidación de la democracia, a pesar de todos sus defectos, se encuentra todo un pueblo que nunca más quiere la violencia y que reconoce en Estela B. de Carlotto a una ciudadana ejemplar.